Diversidad y estructura genética de tres pob
Diversidad y estructura genética de tres poblaciones a...
Somos un mismo pueblo con culturas diversas
Español
2017-12-13
Con este primer libro iniciamos la colección “20 años del Instituto de Estudios Caribeños y de la Sede Caribe de la Universidad Nacional de Colombia” que comprenderá varios tomos publicados a lo largo de los años 2016 y 2017. Esta colección quiere celebrar con entusiasmo y alegría nuestra presencia en las islas y para ello nada mejor que presentar una muestra de la producción académica que la Universidad Nacional ha garantizado para contribuir a la construcción de comunidad académica caribeña. Como muchas personas recordarán, comenzamos a funcionar inicialmente con el Instituto de Estudios Caribeños (IEC) que fue creado formalmente mediante el Acuerdo 013 del Consejo Superior Universitario (CSU) del 15 de marzo de 1995. A partir de ese momento el rector de la época, Guillermo Páramo, comenzó las negociaciones para garantizar las condiciones que aseguraran una presencia adecuada de la Universidad en el archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina. Esto se logró cuando se creó la Sede San Andrés mediante el Acuerdo 006 del 30 de enero de 1997 del CSU, como parte del desarrollo del componente de descentralización de la Universidad Nacional. En el nuevo proceso se designó como director al profesor Santiago Moreno, se inició la construcción del edificio del IEC y se vincularon los primeros docentes por concurso internacional de méritos. Durante muchos años la Sede San Andrés funcionó a través del Instituto como su única Unidad Académica Básica que tenía como propósito estratégico la proyección de la Universidad y del país hacia el Caribe entendido en tres escalas: Gran Caribe1, Caribe continental y Caribe insular colombiano. Las funciones del IEC definidas en su primer momento fueron: 1. Promover, orientar, coordinar y dirigir estudios en las diversas áreas relacionadas con la región Caribe. 2. Colaborar con las diferentes unidades académicas en la incorporación de los estudios caribeños en sus diversas áreas científica, social, cultural, política y económica.3. Prestar servicios investigativos docentes y de extensión a las unidades académicas que lo requieran. 4. Promover proyectos académicos de carácter interdisciplinario, interinstitucional y/o multinacional de la región Caribe. 5. Desarrollar los estudios que se consideren necesarios para la defensa del patrimonio y la identidad culturales de la región. (Acuerdo 13 del CSU de 1995). Las mencionadas funciones debían traducirse en una incorporación de la “dimensión caribe en el proceso de consolidar la nación colombiana a partir de sus regiones y espacios periféricos y sobre la base de una nueva institucionalidad y concepción del Estado” (Acuerdo 13 del CSU de 1995). Las áreas de actuación definidas a partir de esa misión asignada fueron: 1. Salud y medio ambiente 2. Economía y geopolítica del Caribe 3. Cultura y educación 4. Estudios afrocaribeños 5. Gestión pública 6. Ciencia y tecnología apropiada 7. Ciencias del mar 8. Producción de alimentos 9. Asentamientos humanos Con esta orientación se estableció un programa de investigaciones acorde a la capacidad del reducido cuerpo docente frente al cual cada profesor y profesora desplegó sus capacidades de acuerdo a su experiencia. Así se abrieron básicamente dos áreas, la de investigación en Ciencias Biológicas y Ambientales y la de investigación en Ciencias Sociales y Humanas. En razón de la formación académica de la mayoría de los docentes, en principio la parte ambiental y biológica adelantó la mayor parte de las investigaciones. En el año 1999 se creó la Maestría en Estudios del Caribe, que también fue adscrita al IEC, e inició su primera cohorte en el año 2000. En el año 2003 con el fortalecimiento del área de ciencias sociales a cargo de dos profesoras y un profesor se empezaron a desarrollar investigaciones en Estudios del Caribe propiamente dichas. Como resultado, además de las investigaciones a cargo del profesorado se han alcanzado a producir más de 35 tesis de la maestría entre el año 2000 y el 2015.Como una forma de reafirmar el carácter regional de la Sede, integrar las dimensiones continental e insular del Caribe colombiano y ampliar la proyección de Colombia hacia el Gran Caribe, en el Acuerdo No. 026 del 2005 del Consejo Superior Universitario se hace el cambio oficial de nombre pasando de Sede San Andrés a Sede Caribe, si bien al mismo tiempo se remplazaron los Consejos de las Sedes de frontera, por los Comités Académicos Administrativos de las mismas, que de ahí en adelante pasaron a llamarse Sedes de Presencia Nacional. Esto en el fondo significaba someterlas al tutelaje permanente del nivel central a través de la Vicerrectoría General de la Universidad, que pasó a presidir este organismo en cabeza del funcionario/a de turno en ese cargo. A partir de esta reforma la Sede se convirtió en la figura institucional principal y el Instituto de Estudios Caribeños se orientó a desarrollar el currículo de la Maestría de Estudios del Caribe, a editar la Revista Cuadernos del Caribe y a sostener formalmente los dos grupos de investigación que desde 1998 se formaron: Estudios Ambientales del Caribe y Estado y Sociedad del Caribe, a los cuales se agregaría en el año 2005 el grupo Nación, Región y Relaciones Internacionales en el Caribe y América Latina. La producción de estos grupos está expresada en cerca de 40 textos que se han editado en la Sede Caribe, la edición y publicación de 20 números de la Revista Cuadernos del Caribe y un alto número de artículos en revistas nacionales e internacionales. A partir de 2008 se adscribió a la Sede Caribe el Centro (ahora Instituto) de Estudios en Ciencias del Mar, CECIMAR, que funciona en Santa Marta y en el Acuerdo 180 del 24 de febrero de 2015 que definió la nueva estructura interna académico-administrativa de la Sede, se reconoció como otra unidad académica básica el Jardín Botánico que se creó y viene funcionando desde 1998. Actualmente el IEC adelanta un proceso de re-institucionalización que en alguna medida depende de la nueva reglamentación. El proyecto actual del Instituto busca darle un estatus propio dedicado fundamentalmente al desarrollo de las ciencias sociales y ambientales, dentro del marco de los Estudios del Caribe desplegados a través de investigaciones, proyección social y docencia. A partir de considerar estas nuevas condiciones, hemos definido que debemos trabajar para que “hacia el año 2032 el Instituto de Estudios Caribeños (IEC) se haya consolidado como una Unidad Académica Básica con proyección e incidencia local, regional, nacional e internacional, líder en Estudios del Caribe”. Para alcanzar esta meta nos proponemos “promover el trabajo en redes y la transdisciplinariedad en el desarrollo de programas de investigación, formación y extensión propia de las líneas de trabajo como una manera de difundir conocimientos que contribuyan a la comprensión y transformación de la realidad caribeña” (extracto de la visión del Instituto, 2013). 12 Yusmidia Solano Suárez, Editora Consecuente con este enfoque, la misión entonces establece lograr que funcione como “un centro de pensamiento que sea referente a escala internacional en investigaciones, proyección social y posgrados en el campo de los Estudios del Caribe, para lo cual trabaja en problemáticas estratégicas de esta macroregión” (extracto de la misión del Instituto, 2013), para de esta manera contribuir a que la Sede Caribe y en su conjunto la Universidad Nacional de Colombia haga parte de proyectos socio-ambientales que procuran sociedades más justas y equitativas en el Caribe. En la práctica, actualmente hacen parte del Instituto de Estudios Caribeños, además de los tres grupos de investigación antes mencionados, la Revista Cuadernos del Caribe, el Observatorio de Procesos Sociales que funciona con tres salas situacionales de observación (mujeres y géneros, procesos juveniles y procesos étnicos) y el Observatorio del Mercado del Trabajo ORMET-Archipiélago, que funciona a partir de un Acuerdo de Voluntades suscrito con el SENA, el INFOTEP, la gobernación del departamento, el ministerio del trabajo, la cámara de comercio, el Departamento para la Prosperidad Social –DPS– y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo-PNUD. La Sede Caribe, por su parte, ha realizado importantes aportes a la sociedad isleña en los campos de la investigación, la extensión y la docencia, a través de todas las labores que realizan el Jardín Botánico, el programa especial de admisión y movilidad, PEAMA, y las inmersiones en inglés que se han desarrollado a lo largo de varios años, por mencionar solo las más visibles y sin entrar en detalle de estas y muchas más como las adelantadas por el CECIMAR, localizado en Santa Marta, pero cuyo radio de acción también se extiende al resto del Caribe. Como recuento se puede concluir entonces que la presencia del Instituto y de la Sede Caribe de la Universidad Nacional durante 20 años ha garantizado la formación de la masa crítica necesaria para la existencia de comunidad académica en las islas y en el Caribe colombiano en general. La instalación de estas instituciones en la isla de San Andrés, aunque en principio obedeció a la visión centralista en boga en esa época, de garantizar soberanía allende los mares, en la práctica permitió que un grupo no muy numeroso de profesoras y profesores nos dedicáramos a escudriñar y resaltar los aportes que desde siempre las gentes de estos territorios hemos hecho a la construcción de nuestras propias territorialidades y culturas y de paso a la construcción de Nación. No hemos sido funcionales a las pretensiones de seguir ejerciendo la colonialidad en las islas sino que hemos contribuido a la formación de investigadoras e investigadores críticos que tienen la capacidad de hacer profundas reflexiones sobre su entorno inmediato, pero también situándolos en perspectiva respecto al resto del Caribe y del mundo. Comomuestra de ello nos enorgullecemos de presentar como autores de los artículos de este libro a varias/os egresadas/os de la Maestría en Estudios del Caribe, a académicas/os que han desarrollada estadías académicas en la Sede o han participado en los eventos que hemos organizado a lo largo de estos 20 años de continuo trasegar en las islas. Este primer libro es una especie de balance sobre lo que ocurre con varios aspectos nodales de los estudios del Caribe como son las movilizaciones sociales, las políticas de gobernanza, el devenir de la música como un reflejo de ciertos reacomodos sociales, las perspectivas de la literatura y el accionar del movimiento de mujeres y los feminismos así como la reflexión sobre las autonomías territoriales. De ahí su título Cambios sociales y culturales en el Caribe colombiano: perspectivas críticas de las resistencias que pretende abrir debates, posicionar temas y, en algunos casos, sentar precedentes para construir genealogías de los estados del arte de la producción académica de la región. Al mismo tiempo quisimos que abarcara las tres escalas en las que acostumbramos trabajar y que ya mencionamos antes (Gran Caribe, Caribe insular y Caribe continental colombiano). En orden de aparición en el texto, tenemos en primer lugar el artículo que consideramos referido al Gran Caribe, porque trata de dos países de esta macro-región, escrito por el intelectual caribeño Agustín Laó-Montes, Cimarrón, nación y diáspora. Contrapunteo de estados raciales y movimientos afrodescendientes en Colombia y Cuba, el cual documenta con argumentos de fondo la relación existente entre esclavitud, cimarronaje y abolición. El autor muestra cómo la institución de la esclavitud es un hito central en la constitución y desarrollo de la modernidad capitalista y cómo los legados de la esclavitud transatlántica viven no solo en la memoria colectiva sino también en los componentes culturales y en las condiciones desiguales del tejido social a través del sistema Atlántico y más allá. Caracteriza la esclavitud como un régimen brutal de explotación del trabajo y deshumanización que además instaló mentalidades racistas y prácticas discriminatorias junto con formas de servidumbre que persisten hasta hoy día. Describe el abolicionismo como un movimiento antisistémico complejo compuesto por múltiples aristas desde las resistencias de las esclavizadas, el cimarronaje, y las acciones colectivas de negros libres y mulatos, hasta corrientes anti-esclavistas en la intelligentsia liberal europea. Sustenta cómo el abolicionismo fue pilar para la gestación de formas democráticas, las luchas de clase, la emergencia de los movimientos por la emancipación femenina, el combate del colonialismo y el racismo en el siglo XIX, todo lo cual nos sirve de contextualización histórica y conceptual de los demás artículos que conforman este libro. 14 Yusmidia Solano Suárez, Editora En un aparte del texto Laó-Montes hace una distinción muy útil entre el cimarronaje como hecho histórico entendido como fuga individual de los esclavizados/as y el cimarronaje como práctica decolonial de carácter tanto político como epistémico, de la cual señala, existe una larga tradición crítica afrocaribeña desde Aimé Césaire y Edouard Glissant, hasta Ángel Quintero Rivera, José Luciano Franco y Ana Cairo. Después de la fundamentación conceptual el artículo ofrece, como el propio autor lo señala, “una lectura contrapuntal de políticas raciales en Colombia y Cuba, a través de un diálogo pasado y presente entre el siglo XIX y el momento actual, enfocado en lo político”. Sobre el Caribe insular colombiano presentamos cuatro artículos. El primero de ellos, Dinámicas de las movilizaciones y movimientos en San Andrés isla: entre la acción pasiva y la regulación nacional (1910-2010), de Francisco Avella, Fady Ortiz, Sally Ann García-Taylor y Osmani Castellanos, trata del proceso de movilización en el archipiélago, uno de los lugares más alejados del territorio continental de Colombia, pero también uno de los más activos en la reivindicación de sus derechos desde el siglo XIX. Estudia su trayectoria y la reacción del Estado frente a estos procesos durante el siglo XX por medio de una periodización en función de los movimientos sociales y termina analizando la desmovilización generalizada en pleno siglo XXI, frente al control territorial que las “bandas criminales emergentes” ejercieron por medio de intimidaciones, panfletos y asesinatos ante la mirada impávida de sus dirigentes y la mirada atónita de sus ciudadanos. Las autoras y autores describen con detalle la transición de una paz largamente disfrutada en una pequeña isla de solo 27 km2, mientras el resto de la Colombia continental se debatía en la guerra, y muestran cómo las islas eran la contraparte de la “paradoja colombiana, que supone la permanencia en el tiempo de una importante macro estabilidad económica y política, combinada con elementos de violencia persistente. Violencia en el nivel de la guerra, la delincuencia y la protesta social”. Solo que esto fue así hasta el año 2009, cuando siguió el mismo destino de la Colombia continental, pues estas “bandas” empezaron a manejar las rutas de exportación de drogas. Así, la paradoja empieza a cumplirse, ya que la estabilidad política continúa en medio de la violencia que atemperó, con una de las movilizaciones más importantes del país, la del Movimiento Raizal “en su lucha por la autonomía y la autodeterminación”, sin que el Estado tuviera que intervenir para contrarrestar la protesta, “que atentaba contra la soberanía nacional”. El artículo, Mares, fronteras y violencia: multiculturalismo y seguridad fronteriza en el Archipiélago de San Andrés y Providencia, de Inge Helena Valencia, analiza desde otra perspectiva, pero con temáticas comunes con el primero, los efectos de las Cambios sociales y culturales en el Caribe colombiano: perspectivas críticas de las resistencias 15 políticas impuestas desde el centro andino, sede del gobierno nacional, y la violencia reciente; además explora las tensiones existentes entre las políticas multiculturalistas, y las políticas antinarcóticos implementadas en el archipiélago habitado en su gran mayoría por población afrodescendiente. Razona la autora que mientras el multiculturalismo puede ser entendido como una modalidad de gobierno en razón de la diferencia étnica-cultural, las políticas antinarcóticos securitizan las sociedades donde se implementan y muestra cómo estas situaciones reflejan la necesidad de analizar las contradicciones que emergen entre diferentes formas de gobernanza aplicadas en Colombia: aquellas propias de la multiculturalidad que potencializan formas de autonomía y aquellas propias de la seguridad que contribuyen a securitizar y estigmatizar estas poblaciones. Por su parte, el texto Entre lo viejo y lo nuevo: tradición, reivindicación y turismo en la música contemporánea sanandresana, de Dario Ranocchiari, es una versión editada para este libro de uno de los capítulos de la tesis doctoral del autor. El tema de la tesis es el papel de los diferentes ámbitos músicas practicados en la isla en los procesos activos de negociación de la etnicidad (Ranocchiari, 2013) y aborda la música coral religiosa, la música urbana y la música “típica”. En este artículo se presenta este último ámbito musical sanandresano siguiendo el rastro de tres agrupaciones musicales: el histórico conjunto Bahía Sonora; el Creole Group, el más importante grupo activo durante el período del trabajo de campo; y la agrupación juvenil Red Crab. Como cuarto artículo referido al archipiélago presentamos Perspectivas críticas sobre la literatura en San Andrés Isla / Colombia, de Mónica María del Valle Idárraga. Es una contribución a la cartografía de la producción escrita, con intención literaria, en San Andrés Isla, sobre ella o desde ella. Desde supuestos de la crítica caribeñista, la autora defiende la idea de que tales escritos han de ser leídos desde perspectivas más cercanas a la problemática de la isla, y no desde preceptos generales y tradicionales de la crítica literaria, que no solo los ignoraría sino que podría desactivar sus reclamos en la tensión con Colombia. Se hace un recorrido por escritores, escritoras y textos de crítica hasta el momento. Sobre el Caribe continental hemos seleccionado dos artículos. El primero de ellos Reflexionando desde adentro: periodización de la acción, organización y protagonismos del movimiento de mujeres y los feminismos en el Caribe colombiano (siglos XX y XXI), es de mi autoría y en él hago una periodización del quehacer del movimiento de mujeres y de los feminismos en el Caribe colombiano en su búsqueda de reconocimiento y del ejercicio de los derechos de las mujeres en su diversidad y en resistencia a las políticas neoliberales y a las consecuencias del conflicto armado colombiano. 16 Yusmidia Solano Suárez, Editora En este recuento histórico menciono de paso las elaboraciones documentales y políticas que han aportado las feministas de distintos grupos e instituciones, dirigidas casi siempre a ofrecer soportes teóricos para respaldar las acciones del movimiento. El artículo La autonomía del Caribe colombiano: pasado, presente y perspectivas, de Aroldo Guardiola Ibarra, es una reflexión sobre la búsqueda de la autonomía de la región Caribe en las cuatro décadas anteriores y sus perspectivas de concreción en el presente, a partir de tomar en consideración la diversidad regional y étnica que caracteriza a la nación colombiana y el reconocimiento que de esta realidad sociocultural hace la actual Constitución Política. Así mismo, se asume la existencia inobjetable de la Costa Caribe como una región cultural, con subregiones en su interior. Se presenta además un análisis referido a tres periodos constitucionales anteriores que, en gran medida, están relacionados con el tema planteado: el periodo de la Confederación Granadina; el periodo de los Estados Unidos de Colombia y el periodo de La Regeneración. En su artículo, Guardiola analiza el proceso de regionalización emprendido por diversos actores en las décadas de los años ochenta y noventa de la pasada centuria junto con la dimensión y los alcances de la autonomía regional en el actual ordenamiento constitucional y legal (Ley orgánica de ordenamiento territorial). Se precisa que no se trata hoy de levantar la bandera de la autonomía para propiciar el ensimismamiento y la endogamia cultural, como tampoco se trata de allanar el camino al separatismo de las diversas regiones del país. Lo que se argumenta con énfasis es que el reconocimiento de la diversidad étnica y regional, como realidad multicultural, es fundamental para diseñar políticas, programas y estrategias interculturales para la unidad y la cohesión de la Nación. Estos son pues los artículos que hacen parte de este primer tomo de nuestra colección por los 20 años del IEC y la Sede Caribe. Con el contenido de cada uno y del conjunto del libro esperamos haber introducido el debate sobre algunos de los cambios sociales y culturales acaecidos en el Caribe colombiano durante el siglo XX y lo que va del XXI, sobre los sentidos que han tenido, hacia dónde nos conducen, qué lecciones podemos extraer, en cuáles podemos y debemos seguir incidiendo y cuáles transformaciones nos hace falta documentar y promover. Por la documentación rigurosa de casos que presentamos en las siguientes páginas, podemos confirmar que siempre han existido y se han expresado diversas formas de resistencia por parte de las poblaciones sometidas, explotadas y racializadas por las dinámicas del colonialismo y la colonialidad. Estas resistencias se manifiestan ya sea mediante la creación musical, como argumenta Dario Ranochiari en su artículo, la producción literaria, como sustenta Mónica del Valle en el suyo, mediante el accionar Cambios sociales y culturales en el Caribe colombiano: perspectivas críticas de las resistencias 17 colectivo o la conformación de movimientos por las autonomías territoriales que describen Francisco Avella et al. para el caso del archipiélago y Aroldo Guardiola para el Caribe continental. Las estrategias de resistencia utilizadas por las mujeres son muchas y muy variadas: manejaron la contracultura, la migración, el desafío legal, el sistema de justicia a su favor, se apoyaron en redes de solidaridad familiar y en las relaciones de patronazgo y parentesco durante el período colonial y las luchas de independencia. Más recientemente despliegan la autogestión, buscan formarse, realizan alianzas, crean cooperativas, gestionan movilizaciones e integración comunitaria, fundan barrios, negocian con las autoridades, gestionan escuelas comunitarias y conforman organizaciones y redes de mujeres por su emancipación que parten de reconocer los saberes diversos y la necesidad de articular una praxis colectiva como se describe en mi artículo. La resistencia también se expresa con la existencia del cimarronaje como práctica decolonial en el Caribe, como propone Laó-Montes en el suyo. Todas estas movilizaciones colectivas han logrado conquistar importantes reconocimientos de derechos para los afrodescendientes, indígenas, mujeres, personas LGTBI, trabajadores y trabajadoras del campo y las ciudades. Incluso se ha logrado alguna representación en organismos del Estado, aunque la redistribución de los recursos básicamente ha avanzado poco y la colonialidad del poder, del saber y del ser está vigente en nuestra región. Sigue siendo así porque, entre otras cosas, a muchas de las manifestaciones de resistencia que se reseñan en los artículos se ha respondido por partes de las élites económicas y políticas, desde el proceso de independencia hasta nuestros días, con políticas estatales y privadas de contención, algunas veces con reformas institucionales, muchas veces con represión, prohibiciones y desestabilización y casi siempre utilizando la violencia como se muestra en los artículo de Laó-Montes, Avella et al., Solano y Guardiola. En los últimos tiempos la gran excusa para la militarización de la vida civil es la aplicación de las políticas antinarcóticos que impulsan, financian y aplican los gobiernos de los Estados Unidos con la anuencia de los nuestros, que como lo documenta Inge Valencia en su artículo, “securitizan y estigmatizan a las poblaciones donde se aplican”. Con tales evidencias tenemos que reconocer que es mucho el camino que nos falta recorrer para lograr transformaciones sustanciales en nuestras sociedades, pero por lo expresado en los siguientes escritos, los legados culturales y políticos para hacerlo están a la mano. Ahora: la consolidación y cualificación de los movimientos sociales para enfrentar la magnitud de estas tareas son nuestro desafío.
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