Repositorio Bibliográfico Biocultural

Somos un mismo pueblo con culturas diversas

Sumario: La tierra ha sido y es una de las principales demandas de las organizaciones campesinas de la Argentina, desde el Grito de Alcorta en 1912, pasando por la experiencia de las Ligas Agrarias y en la actualidad del Movimiento Nacional Campesino e Indígena, del Frente Nacional Campesino, de la Asamblea Campesina e Indígena del Norte, entre otras. Desde la década de 1970, pero fundamentalmente durante los años noventa, se observa una amplificación de conflictos en torno a la tierra, en simultáneo con las grandes transformaciones en el mundo rural argentino, tangibles en la reconfiguración del sistema agroalimentario y en el profundo proceso de reordenamiento territorial, como efectos de la profundización del modelo de agricultura industrial expresado en la consolidación de los agronegocios (Teubal, 1995; Teubal y Rodríguez, 2002; Domínguez y Sabatino, 2006 y 2008; GEPCyD, 2007; Gras y Hernández, 2007; Pengue y Morello, 2007). La conflictividad por la tierra asume un doble registro. Por un lado, la presión empresarial sobre la tierra ocupada, habitada y en producción por parte de poblaciones campesinas e indígenas, y por el otro, las acciones desplegadas por estos últimos para (re)crear sus modos de vida. Como sostiene Domínguez (2009), la recreación política del campesinado no sólo implica procesos de resistencia frente al avance del agronegocio sino también el despliegue de múltiples modos de subjetivación constituidos en torno experiencias de producción, de comercialización, de comunicación-formación, de acceso y manejo a los bienes naturales, de procesamiento, entre otras. En este contexto, comprendimos que “lo campesino”, lejos de adquirir importancia académica exclusivamente por los intentos de clasificación de este sujeto social (pequeño productor, campesino pobre, minifundista, etcétera), se explica por sus luchas por tierra y territorio conjuntamente con la revalorización y recuperación de los saberes y prácticas campesinas. Éstas instalan a nivel general el debate sobre el control de los bienes comunes y la relación con “la naturaleza”, cuestionando la idea moderna que sostiene una distinción total entre “naturaleza” y “sociedad”; producir con el objetivo de fortalecer la soberanía alimentaria de las comunidades campesinas, retirándose de aquellos espacios y relaciones económicas que los subordinaban (Barbetta, Domínguez y Sabatino; 2012). Sin embargo, se trata de la construcción de escenarios polémicos. En efecto, a partir de la lógica política de las organizaciones campesinas no sólo se despliega una distorsión o litigio fundamental, a partir del cual el orden naturalizado de la dominación es interrumpido por la institución de una parte que no tiene parte, sino que también se crea un escenario donde se pone en juego la igualdad o la desigualdad de los interlocutores del conflicto como seres parlantes, que no es más que la puesta en marcha de verificadores específicos de la igualdad de cualquiera con cualquiera (Rancière, 1996). En este contexto, el objetivo de este artículo remite a recuperar algunas líneas de trabajo y de debate que venimos desarrollando en nuestras investigaciones. Nos interesan particularmente aquellas que inscriben la igualdad en el ámbito de la producción y los intercambios, y en el marco general de la justicia en torno del control directo sobre las condiciones materiales de vida.

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