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Desde la llegada europea a América a finales del siglo XV se inicia una larga tradición de producción de instrumentos lingüísticos misioneros que registraron las particularidades de las lenguas indígenas, incluyendo gramáticas, léxicos y fraseologías, lo cual requería dar forma escrita a sistemas lingüísticos orales mediante el uso del alfabeto latino. Muchas lenguas sudamericanas, incluyendo el guaraní, atravezaron este proceso de diccionarización. El ejemplo más célebre es la obra del jesuita Antonio Ruíz de Montoya. En la zona del Chaco occidental, luego de la expulsión de los jesuitas de América en 1767, los frailes franciscanos comenzaron a producir historias, etnografías y obras lingüísticas sobre los pueblos autóctonos, y entre ellos los llamados “chiriguanos” de habla guaraní. La única obra lexicográfica sobre el guaraní chiriguano que se ha relevado para este período es el Diccionario Breve Chiriguanae, escrito por el fraile Pedro León de Santiago en 1791, en la cual se trasluce una importante influencia de la obra de Ruíz de Montoya. El presente trabajo se propone realizar una comparación entre un guaraní oriental más canónico, representado por la obra de Ruíz de Montoya, y el guaraní occidental registrado por León de Santiago, a partir del análisis general de las transformaciones y continuidades que ambos documentos mantienen. |
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