Sumario: |
La primavera de 1976 amaneció con un brillo singular, en especial para los entonces estudiantes del primer ciclo de Literatura. Fue un encuentro germinal. Y lo era porque todos los maestros de la ya mítica Facultad de Letras invitaban a que los siguiéramos en cada una de sus sesiones, pues cada una de éstas se habían convertido en un espacio para la realización de lecturas y la búsqueda bibliográfica, para el ingenio, la creación crítica y la serenidad para la recepción de los nuevos enfoques teóricos y la hermenéutica. Una mañana, el maestro Jorge Puccinelli leyó una recensión de inicios del siglo XX, se trataba de un texto de Max Uhle que hablaba de un libro sin igual Tarmap Pacha Huaray (1906: 393-394); yo seguí la lectura con el entusiasmo de quiénes aspirábamos a ser críticos literarios, aunque no tuve preocupación por anotar la recensión de Uhle; pero marcó lo que sería el destino de mi palabra. Desde entonces, trabajo temas relacionados con literaturas populares, las formas indígenas y étnicas, con aquello que calza en las contraliteraturas, mejor aún, con literaturas antisistemas. En la última década del siglo XX, e inicios de este siglo, mis indagaciones se centraron en la literatura quechua y recuperé aquel texto ya casi olvidado de Adolfo Vienrich. |
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