Repositorio Bibliográfico Biocultural

Somos un mismo pueblo con culturas diversas

Sumario: Este trabajo se ocupa de la memoria y el olvido en relación con los pueblos originarios y su inserción inexistente o restringida en el imaginario nacional fundador. El siglo XIX se cerró con la configuración del aborigen (considerado un «salvaje» fuera de la cultura) como  obstáculo para el progreso del país, removido por la llamada Conquista del Desierto. Tal configuración fue apoyada en general tanto por la prensa como por la literatura canónica. No obstante, algunos textos literarios decimonónicos problematizan (con matices de diversa índole)  esta visión de los aborígenes: las dos Lucía Miranda (1860) de Rosa Guerra y Eduarda Mansilla, y Una excursión a los indios ranqueles (1870) de Lucio Victorio Mansilla, obra que propone contratópicos en cuanto a la cuestión del desierto y la barbarie, y deja escuchar, en una narración fluida y polifónica, las voces de los otros. No obstante, se impone un imaginario nacional mutilado, en el que los indígenas, más allá de la desaparición física, resultan sometidos a la conquista de la memoria y se les exige la renuncia a la cultura propia (calificada en realidad como «no cultura»). Cuando esta operación triunfa, es el mismo Mansilla (diputado nacional) quien sale a señalar (aun desde el aparente cinismo) la profunda inequidad supuesta por el hecho de que esa diferencia cultural no es en ningún momento considerada. Habrá que esperar al siglo XX para que diversos ensayistas (desde Ricardo Rojas a Rodolfo Kusch o Bernardo Canal Feijóo) emprendan una reposición de la memoria incompleta y un proceso de aceptación de esa diversidad no occidental como hecho fundador de la nación y la cultura argentinas.Hacia fines de esa centuria, no obstante, el viaje de investigación realizado por la autora, siguiendo los pasos de Lucio V. Mansilla, con el objeto de escribir la novela La pasión de los nómades (1994), descubre, en los habitantes de un desierto relativo, un olvido persistente que no solo afecta a los antiguos pobladores indígenas de esas tierras, sino a la misma figura del entonces coronel que los visitó y escribió sobre ellos.La literatura de las últimas décadas (y en particular, la novela histórica) restaura, empero, «elementos resistentes» que los imaginarios oficiales han desplazado e ignorado, cuestiona el pensamiento único y dicotómico, desconstruye el canon histórico y literario, trabaja sobre la hibridación y el mestizaje, rastrea, parafraseando a Martín Lienhard, las huellas de una voz olvidada.

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