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Estos tiempos de pandemia son, también, tiempos de incertidumbres. Tiempos de muchas preguntas y pocas certezas. Pero algunas intuiciones recorren las ciudades y los campos de la Argentina, una de ellas es esta: algo huele mal en nuestros alimentos. Las grandes factorías de cerdos, vacas y pollos hacinados en gigantescos feed lots generan carnes de pésima calidad a la vez que potencian exponencialmente los virus y enfermedades, algunas de las cuales mutan hasta contagiar a los seres humanos. Miles de hectáreas de bosques, montes y humedales se incendian para que se sumen nuevas tierras a la producción de cultivos como commodities de exportación y agrocombustibles(principalmente soja y maíz transgénicos).Campesinos e indígenas que hasta hace poco trabajaban con la tierra para producir sus alimentos y vender sus excedentes en los mercados locales son despojados de sus tierras y bosques para migrar forzadamente hacia las barriadas populares de las grandes ciudades ,apenas sobreviviendo con trabajos precarios .Y mientras la pandemia del coronavirus avanza, la crisis climática acelera su ritmo frenético: año tras año consumimos (que es una forma elegante de decir destruimos) enormes cantidades de bosques, biodiversidad, energía, oxígeno y agua, devastando en unos pocos cientos de años de desarrollo capitalista lo que la naturaleza tardó cientos de millones de años en formar. Comer, alimentarse, es una de las actividades básicas de los seres humanos, necesaria para la reproducción de la vida y conforma uno de los derechos sociales básicos de cualquier sociedad. En tiempos de pandemia, esta necesidad vital volvió a estar en el centro de la escena. El cambio radical en el ritmo de la vida cotidiana habilitó la reflexión colectiva sobre qué comemos, cómo se distribuyen los alimentos, por qué comemos lo que comemos. Pero también se puso en el foco quiénes son los que producen alimentos sanos y sin agrotóxicos, quiénes son los que fumigan y acaparan tierras, quiénes son los que producen alimentos transgénicos para el mercado global de commodities y quiénes luchan por un pedazo de tierra para producir, para vivir. La importancia de preguntarnos sobre qué comemos, cómo se produce y se distribuye lo que comemos y quiénes se benefician con lo que comemos son interrogantes clave porque, en definitiva, somos como sociedad en parte lo que comemos y lo que dejamos de comer. |
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